viernes, noviembre 18, 2022

 


La muerte y el diablo.

 

Los mismos hábitos, la misma rutina. Un celular suena dos, tres veces hasta que logra sacudirme para iniciar un día, como otros. No hay nada inesperado de camino al trabajo. Confío, me entrego a sostener con firmeza el volante, y manejar esos 15 kilometros a 140 por hora. El atochamiento de siempre, los atajos para llegar un minuto más temprano. El agrio saludo a esos primeros colegas que uno se encuentra por la mañana. Su conversación sobre los goles de la fecha, las esperanzas del equipo favorito en camino a su coronación, no me estimula. Reviso algunos exámenes, sin colocar en ello demasiada mente, en la espera de que entren por la puerta algunos rostros familiares. Los chistes estúpidos, la simpatía sincera, la complicidad en un arrastrar la piedra común de subida a una colina interminable. A la rutina de vuelta, a la repetición de los mantras, a dispensar las maneras apropiadas. La misma historia por tantos años.

Y así hasta el regreso a la casa, a las secuencias invariables, el afecto en sus dosis cotidianas, en sus pautas aprendidas, en su modalidad repetida.

 

Así que invoco al diablo. Para que incendie las praderas, para que consuma los cimientos, para que devore mis ansias. Invoco al demonio del deseo, una víbora incandescente, su mordida un bocado siempre nuevo y vivo. Su sangre ancestral, su torcido torrente, su fluir antiguo, su sal hija de la fricción de la roca contra el océano.

¿A dónde me lleva este apetito infame?

domingo, octubre 30, 2022

 hay un tiempo para epifanías

y otro para la amarga decepción del mundo




martes, julio 19, 2022

Saludo de cumpleaños para mi padre que ya no está

 

Me pregunto si nos abrazas de una forma diferente.

Si el precipitar persistente de las nubes,

el susurro discreto de la brisa en el follaje

son una forma de manifestar tu presencia.

Si la miríada de gotas

                    adhiriéndose innumerables en mi ventana

es la nueva forma de tus manos.

Si este silencio es un modo nuevo de hablarnos.

 

Pero yo no puedo tocarte.

Así que dejo que la lluvia escurra por mis prendas,

que el silencio me envuelva

que esta brisa me abrace.

 

Sea esta mi forma de saludarte

en lo que hubiera sido tu cumpleaños.


jueves, julio 07, 2022

Bosque Carreteraustralino (por editar)

 


Qué extraño

reconocerse en la rugosidad del pangue

en la forma irregular de los árboles barbudos

la vellosidad escalonada en el brazo de una costilla de vaca

        el despliegue de sus dedos múltiples


en la frondosidad desnuda, elevada, espesa

coronando la columna oscilante de los ñirres viejos

recortada contra un cielo azul, mudo y polar

        la indiferencia lejana del cirroestrato

en la pausa de su floresta mecida por el viento

allí estoy


en la sombra densa y húmeda que mora en las raíces del bosque

en el tronco partido, en el brote nuevo que nace de su fractura

en los nudos del hualle

también allí me reconozco

en las telarañas inconclusas
en la ternura del musgo
no finjo discurso, no aventuro palabra en este santuario
el tránsito de los insectos es más verdadero 
el canto del chucao me evoca una lengua perdida
este silencio
esta complicidad plural y desbordante
me habla


miércoles, junio 29, 2022

Isla de los Curas

 

De camino a casa, tomando el camino de la costa, me detengo frente a la Isla de los Curas en Chinquihue. La isla es pequeña, y si acaso, debe tener unos 200 metros en su extensión más ancha. No más que un puñado de tierra, coronado por una arboleda profusa, densa, ostensiblemente verde, sobre un manto de aguas claras.

Pero apenas miro la isla. Observo su reflejo fracturado, su forma desdibujada sobre una superficie rugosa y mansa. De no ser por el testimonio de su caricia intermitente sobre la orilla, casi podría decirse que no hay olas.
Una veintena de embarcaciones duerme bajo un cielo de media tarde. A medias nublado, a medias expuesto al frío que envuelve la soledad de una nostalgia queda y muda.
Observo ese reflejo, y recuerdo a mi padre, sus últimos días. También sus pies eran rugosos. Ya postrado, y habiendo abandonado la actividad de caminar sobre esta tierra, sus pies se acalambraban y dolían. En el mejor intento por aliviar su sufrimiento, masajeaba sus plantas, sus dedos, sus pantorrillas. Inexperto, pero no por ello menos afanoso, intentaba, como podía, transmitirle algo del calor de mis manos a unas piernas que vaya si habían caminado en esta vida.

Pero no todos los dolores pueden aliviarse con loción y masajes. No fui capaz de hacer nada cuando en una de esas noches de aquellas ultimas semanas, lloraba en silencio, tendido y mirando hacia algún sitio más allá del cielo raso. "Tengo pena" - balbuceó. Solo pude acariciar su frente, como lo hacía cuando por las noches, de niño, yo tenía miedo.

Una familia - matrimonio, abuela, niños - invade mi playa, interrumpe, profana mi contemplación melancólica del horizonte. Como si no hubieran mejores estaciones para caminar frente al mar. En su tránsito por la orilla, evaden a este personaje rapado de mirada perdida y manos en los bolsillos.

El tráfico de las gaviotas y de las olas jamás se detiene. Ojalá pudieran llevarse consigo esta carga. Mi padre se ha ido, pero esa tristeza se ha quedado.

domingo, junio 26, 2022

Kintsugi

 











se mudó a una casa, a las afueras del mundo

lejos del tráfico, de la panadería a cien metros

de los perros sueltos en las calles

de la comodidad de locomoción disponible en horarios regulares 


desde su ventana contempla

en la distancia

pequeñas aves rapaces danzando en trazos sinuosos

el perfil de su sombra sobre un horizonte discontinuo y forestal

la llamada lejana de un gallo

abejas curiosas que visitan el cristal de su burbuja campestre


el aire fresco expande sus costillas

la fragancia de los árboles se adhiere a notas de café negro y amargo

espera

respira


sabe que hay algo roto

una fractura

sabe que hay algo incompleto y partido

piensa

que con yoga y libros puede zurcir la herida

que con disciplina y trabajo puede remendar la fisura

embellecer con oro y pegamento, y ensamblar así los bordes afilados

unir las piezas de la vasija quebrada

restaurar la astillada forma

y así, seguir viviendo


pero a la luz de un sol de invierno

la fractura, sin embargo,

a veces,

sigue doliendo.



  

domingo, junio 19, 2022

Visita al Cementerio

 


Cuatro rosas de plástico
abrazan a un Cristo oxidado:
su semblante
sus costillas
y por el musgo y la lluvia
su fisonomía deformada y carcomida.
Su gesto tan solo persistente
su promesa inconclusa
sus manos abiertas y estrechando
un silencio sostenido, apacible y campestre.

Tus nietos bribones
se persiguen entre las callecitas en el vecindario de los muertos
merodean las tumbas sin pedir permiso
buscando la más curiosa, la más conspicua
el nombre más raro
la fecha más antigua.

Un techo de nubes grises
de la lluvia se abstiene todavía
y en la distancia resuena tan solo
intermitente y diáfana
la canción de las bandurrias y los loros.

¿Saldrás de tu mutismo, padre?
¿Te zafarás de tus tres metros de tierra
y harás a un lado las flores frescas que te traigo
para concluir esta pena callada
esta lágrima lenta
con uno de tus abrazos?



miércoles, junio 15, 2022

fractura y entonces magma


 me fracturo

y napas subterráneas de aguas negras

de magma, horror y furia

borbotones densos de angustia coagulada 

emergen de las comisuras de mi forma incompleta

ebullen y desgarran la tierra e incendian

las praderas mansas

el vergel de una paz apenas conseguida

los frutos de una primavera breve


ciervos y aves de colores vivaces y alegres

familias de tiernas criaturas huyen o perecen calcinadas

hectáreas de dulces flores 

son arrasadas

por la emanación combustible y corrosiva

de un dolor amargo y sin nombre


una soledad incandescente inflama las copas de los árboles

y vuelve cenizas sus tiernos brotes


¿qué clase de monstruos tristes habitan en el centro de mi planeta?



domingo, junio 12, 2022

viento sombra cerilla



 el extremo incandescente de una cerilla

su flama primera 

sostenida

persistente

este mismo instante

la cerilla consumiéndose

su crepitar

siendo

ahora.


medianoche de domingo

sostenida

el viento abraza con torpeza las copas

y una copa corona un cuaderno


la noche es una cabeza de lobo manso 

                                          echado y durmiente sobre la arboleda 

la floresta y las nubes su pelaje brumoso

intempestivo

brama su aliento 

su resoplar insomne agita los cristales


este momento

ahora

la sombra 

mi sombra

persiste tras la ventana


es la noche la que me está mirando



viernes, mayo 20, 2022

Premonición del Toro



Sueñas con un toro negro

irrumpiendo enorme

sus pezuñas toscas y torpes

su forma desmedida y bruta

bufando amenazante

intrusivo

crispado

violento


El toro - un hambre primordial y sin nombre

un rostro del ansia que corona la nada

tentáculo de la soledad y el miedo devorador de estrellas

                                        en el centro vacío y centrífugo de las galaxias

contorno áspero del vicio

emisario de una sed monstruosa y rota

espiral tortuosa hacia una saciedad imposible

buitre, toro y serpiente al mismo tiempo

insondable oscuridad de medianoche de los bosques malditos y rancios

sed

soledad

deseo

muerte

dolor


deseo y dolor, siempre


a medio camino de la madrugada

tengo miedo:

el animal negro resopla y golpea a la entrada de mi casa.


jueves, abril 21, 2022

Todos los Niños Están Rotos

 



todos los niños están rotos

pero no lo saben hasta que se hacen grandes


con sus ojos de gente vieja

se miran extrañados y tristes

y reconocerse intentan 

sin éxito

en espejos gastados


inútilmente persiguen 

palpando los surcos de unas manos ajadas

la motricidad de los juguetes que no son más

los peluches olvidados en su rasgaduras

el abrazo apretado de personas que ya no


rotos

llevan a cuestas en maletas antiguas

fotografías y anotaciones para recordarse

para decirse que esos años imprecisos fueron ciertos

todos 

todos, menos las heridas que no envejecen

todo 

menos el temor a la soledad y a la gran noche


escribo al reverso de un retrato sin fecha:

un día anaranjado me volveré a encontrar con mi padre




Arrebol

algunas tardes

el rojo crepuscular logra descocer mis costuras viejas

y el zurcido metódico, el remendado trabajo de años de contener la herida

se vence

se abre

se expone


y la herida respira

inhala profundo el aire atareado de mis cuarenta años

inhala y hacia dentro

bajo una atmósfera densa, brumosa y púrpura

en medio de un bosque de ramas quebradas 

al borde un riachuelo modesto

sentado sobre la roca vestida de musgo

juega un niño que observa las golondrinas


su mano sostiene piedrecillas de colores

colecciones de hojas 

semillas y temores


rajado el cielo por un costado

abierto a dolores que no envejecen

un aliento repetido exhala su invierno 


el niño mira el enorme tajo cenital

y se pregunta si alguna vez

cuando sea grande y viejo

dejará de sentir esta soledad triste de chiquillo roto


es hora de volver a zurcir la herida