martes, noviembre 24, 2009

un discurso de despedida

Todos los ciclos se cumplen. Las estaciones dan todo lo que pueden dar de sí, y luego mueren. La herida inflingida espera largo tiempo abierta, pero casi siempre el tránsito de las horas hace lo suyo y la herida se cierra. No se desvanece en el olvido el capullo sin que antes vea florecer sus mejores años o sus preciosos frutos. Todo tiene su hora y su edad.

¿Qué día es hoy? Casi siempre, los hombres pasan por la vida sin saber que pasan. El hábito convierte en trivial la sonrisa auténtica, irremplazable, perdida en un mar de indiferencia. La costumbre de repetirnos en la misma rutina nos hace pensar que esto que vivimos, aquí y ahora, durará para siempre. Y pasamos así por los momentos, corriendo a toda prisa por las calles de la vida, sorteando obstáculos que nos parecen inmensos, todo por llegar a ese momento en el porvenir incierto, en el que podremos, por fin, disfrutar de la vida. Cuando podríamos hacerlo ahora.

¿Qué día es hoy? Hoy es el día en que se cumple un ciclo para ustedes. Una larga jornada que son los años de crecer y adolescer, ha dado todo lo que tenía que dar de sí, y ha llegado a su fin. Hasta aquí, han viajado acompañados, de la mano de su familia, de sus profesores, de sus amigos. Pero de aquí en adelante, el viaje se emprende solo. De a poco, dejarán el nido en el que crecieron, y de a poco, se harán grandes y volarán por su cuenta. No es gran cosa ser adulto, pues aunque a veces la vida sea remanso, la incertidumbre no deja nunca de ser parte de la existencia del hombre, y nada se aprende sin algunos costalazos, y sobre todo, nada se gana si no es con mucho trabajo. Y sin embargo, ustedes añoran la libertad. Una extraña ansiedad los invade, como un niño frente a una puerta desconocida y secreta. Pero ni aún el oráculo más cierto conoce la ruta irrepetible que sólo ustedes conocerán. Nadie repite el camino simplemente porque no hay un camino: cada paso que den será nuevo, y cada oportunidad será irrepetible. No pierdan la oportunidad.

Así, reunidos como ahora, es como se cumple esta jornada. Observen esos rostros que los rodean, miren en los ojos de los que hasta aquí estuvieron con ustedes. Miren a esos ojos y conserven lo mejor que encuentren en ellos, porque así, como ahora, no los volverán a ver. Algunos seguirán con ustedes, por rutas paralelas, y sabrán de ellos de cuando en cuando, sus peripecias, sus aciertos o sus fracasos. Pero serán menos de los que ustedes piensan. Así, reunidos, es como compartieron en el estudio, en el desorden, en la risa, en la tristeza. Cuántas veces esos ojos estuvieron con ustedes, en la complicidad, en la simple torpeza o en el esfuerzo común. Quizá tantas otras veces faltaron cuando pudieron estar, pero si miras profundo en ellos, descubrirás que también detrás de esos ojos hay un ser frágil, un ave que no sabe a donde ir ni cómo hacer. Y cómo tú, aunque mucho desean, ignoran también lo que viene a continuación.

El reloj marca la hora en punto, y en seguida comenzará el próximo capítulo. Que la prisa no los pierda en los senderos irreparables, pero que disfruten de la vida, sin olvidar que su verdadero fruto es el presente. No se desvelen inútilmente por lo que no ha sido todavía, ni se aferren a lo que ya fue, pues nada nos pertenece verdaderamente. Aprendan que las cosas que amueblan nuestra vida son del viento, y que, como decía el Principito, lo esencial es invisible a los ojos.

Ningún otro consejo les podría dar antes de que emprendan el viaje, pues sólo el tiempo enseña. A nosotros, como profesores, nos gustaría pensar que seremos recordados, y que hemos dejado algo de valor en su ser. Pero bien sabemos lo que pasará después de que se vayan, y no estaremos para cuando cosechen los frutos de su propia labor. No olviden, sin embargo, donde estuvieron y de donde vienen, y hagan cuanto puedan por dejar otras semillas en los que vendrán detrás, así como nosotros intentamos hacer con ustedes. Den pasos firmes, pero si se equivocan, empiecen de nuevo, y nunca se queden en el piso si se llegan a caer. Trabajen y pulan sus manos en el trabajo. Pulan sus corazones. Aprendan porque nunca se deja de aprender. Amen con todo su corazón, y abran bien los ojos, porque la luminosa felicidad no toca a la puerta todos los días.

Ha llegado la hora de emprender el viaje. Miren hacia el este porque por allí nace el nuevo sol, cargado del fruto granado de nuevas alegrías y nuevas lecciones. Avancen ahora, sin miedo. Las puertas de su colegio los despiden, y el mundo enorme se abre para ustedes. Leven anclas y avancen porque sólo queda avanzar, más allá del horizonte, hacia donde nace el nuevo día. Avancen, mientras nosotros los vemos partir desde la orilla, hacia lo que sólo ustedes serán. Fuerza y valor navegantes, sea con ustedes la felicidad.

Hasta siempre.