viernes, febrero 22, 2008


Sintió entonces que era todas las cosas, sus existencias múltiples y separadas, sujeto y objeto al mismo tiempo. Dispersión y no identidad, o identidad plural, nada autoconciente.

Eran los árboles los que, del otro lado de su ventana, lo miraban y lo sentían a él como parte de algo que tampoco eran ellos. El tiempo se detuvo y desapareció al reconocer que no era él, individuo o persona, quien pensaba que estaba pensando.
A partir de allí, sólo restan imágenes para balbucear lo que no es una experiencia: espiral, círculo y repetición sobre mismo. La serpiente Ouróboros - de cuya cola crece para volver sobre sí.
Metáforas imposibles para decir (pero no yo-sujeto) , Soy, Existo, Es. Otredad y yo mismo. Simultáneo. Tú. Ahora.


Y entonces regreso a mí, a mi situación, mi vida, las personas que quiero, mis proyectos, los días de felicidad y la jornada de los años. Soy el nombre que figura en un carne de identidad, lo que otras personas esperan de mí, mis rutinas, mis hábitos, mis ideas personales.

La individuación no me duele cuando admito que existo, que sé que estoy aquí, vivo, y que puedo agradecer por ello (no es a quién lo que importa, pues nuestra representación de dios no existe). Estoy vivo, siendo, y puedo serlo y hacerlo. Debo ser, la vida debe existir. Y en tanto sea capaz de perdurar sobre la tierra,
la misión de cualquier individuo autoracional y práctico es entender que lo otro tiene todo el derecho a existir, y obrar en consecuencia. Derecho que, en definitiva, es la forma en que nos representamos algo que constituye en realidad un deber.






importa volver a casa y trabajar.





[Zoom de Fractal Mandelbrot del tamaño del universo conocido]