miércoles, septiembre 02, 2009

transitar



En un planeta cualquiera, uno de aquellos con superficie fértil y atmósfera - en ningún caso uno de aquellos puramente igneos o gaseosos, ni de aquellas rocas desérticas expuestas a las radiaciones - transita un organismo. El organismo ha trazado espacios por los cuales transitar, y de acuerdo a intérvalos regulares, ha colocado instrumentos dieñados para indicar cuándo es legítimo avanzar y cuando le está prohibido de acuerdo a las convenciones que esos mismos organismos ha fijado previamente. Así, despreocupado de tales condiciones, el organismo transita hasta detenerse frente a una luz roja, o en todo caso ante lo que él cree que es rojo (no entiende que el color visible en los objetos no es más que la longitud de onda que el objeto justamente rechaza y que por ende no pertenece a él). Impaciente, espera por el verde, pero en el fondo espera algo más. Pues aún cuando cruza ese espacio que llama calle y golpea sus brazos contra el apretado tránsito inverso que conduce a sus semejantes (que van hacia el lugar que él abandona), su transitar es movido por un espacio vacío e invisible. Nada en sus costumbres, ni sus actos nutritivos ni sus hábitos intencionados hacia el placer, llena ese espacio. Así que trabaja, estudia, participa de intercambios simbólicos que bien pueden ser diálogos o reuniones, busca en lugares en que no ha estado, vuelve a aquellos ya ocupados, se encierra en casa, lucha doblega o conquista, se embriaga o altera su conciencia, se compromete o abandona a su pareja, protesta o se conforma a lo que a otros organismos semejantes les conviene.

¿En qué terminará este organismo?
Quizá encuentre la felicidad en aprender a convivir con sus costumbres y las de otros.
O quizá las preguntas tengan sentido, y haya un camino verdadero.

No le queda mucho tiempo para descubrir la respuesta.