martes, enero 23, 2007




se puede correr hacia atrás?
las horas atrás?
una vida...?




. . .
temia que si apagaba las luces, espectros vendrian a atemorizarme. fantasmas o mutantes malignos emergerían de entre las sombras, inexplicables y absurdos. y solo para hacer de mí cosas horribles. inconcebibles experimentos, extraños padecimientos o lo que sea que semejantes seres sean capaces de hacer.

de modo que dejaba una luz encendida. o prendía la radio, o como siempre, me escondía bajo las sabanas. yo sabia que era estúpido e inútil. esconderme bajo las sabanas. era entonces un niño. y era aquello estupido, porque sabía que si ellos venían realmente, que si sus manos heladas pasaban de las ventanas empañadas, no tendrían problemas para encontrarme indefenso y pequeño bajo mi fortaleza de miedos infantiles, mi mundo de papel y de soldados de plasticina.


a dónde correr ahora?
merodeo mis recuerdos y miro a través de las ventanas en sepia. entumecido por el frío, quisiera entrar y dormir a salvo. por una vez. pero tan pronto veo allí al niño, mi cuerpo invisible de muerto en vida lo atemoriza y se tapa la cabeza con una almohada.

ya no es miedo.
ahora no es más que una certeza: que los fantasmas no pueden huir de sí mismos.
soledad en los bolsillos
veo al sol morir mas allá de la tarde
reclinado sobre un balcón que mira a casas grises y gatos sobre los tejados.

pienso en las palabras de mi madre al teléfono.
me gusta estar solo.
silencio breve afirmativo y triste.

mis ojos se pierden sobre un paisaje indiferente repetido por los meses y el hastío.
brisa lánguida que azota el follaje de árboles incapaces de comunicar su tristeza
vástagos de una tierra muerta desde antes del tiempo
cortezas acuchilladas por lluvia discontinua pero persistente
raíces amoratadas y viejas, dedos entumecidos y
agarrotados.

ás abajo de ellas los gusanos merodean su casa que es la de los muertos.

["melancolía sempiterna" dijo alguien más]

Tramposas, las fotografías nos roban el pasado:
la imagen de un sol en llamas tras el follaje de un bosque olvidado
ya no me dice nada.

heraclito