Pensara el biógrafo
O cualquier clase de espectador que presenciase
esta comedia
Que cantar a la idiotez constituye un agravio
Un atentado contra la dignidad de las letras
Un espantoso oprobio, ofensivo a la memoria de
los literatos muertos.
Se siente – dirá el observador desconfiado –
bajo las sobrias lápidas moverse
El crujir de huesos honorables en sus mullidos
féretros
El revivir súbito e inflamado
De los viejos poetas
De los prominentes nóveles que no se prestarían
para estas tonterías.
Y sin embargo canto
A la idiotez consumada y completa
A la tontería redonda y simple
A la charada sagaz e insolente.
A la idiotez – mas no a cualquier clase de
idiotez,
No a la del que se ufana con los logros ajenos
Al que proclama la importancia de sus méritos
con tono solemne
No la del narciso delirante que presume sus
títulos imaginarios.
“No estoy para espacios poco académicos,
Mi estatura de destacada figura no está para borrachos
infantiles”
– Dirá una voz desde su encumbrada altura.
No canto, sin duda, a la seriedad de rigor
mortis
A la sobriedad demasiado pronto póstuma.
No cantaría – no osaría hacerlo –
Al servil y al pusilánime
A las cáscaras del bótox y la silicona
Al confidente de las ratas.
Si se ha de cantar
Y por mucho que sea mofa
Ha de ser a algo por lo que valga hacer un
brindis.
Canto y celebro
A la estupidez que se sabe y elige idiota
Al clown irreverente
A la irrupción ridícula que evitar no pueden
quienes conocen el absurdo destino de las cosas
Felicítese la parodia
Que en su broma acusa sin respeto
La ridiculez de las ficciones compartidas.
Oda al chiste impropio en el momento inoportuno
A la risa aguda y estridente.
Oda a la idiotez que se sabe idiota
Al que interrumpe con deliberada sandez
La homilía sacrosanta de los jefes
Y de las rúbricas bien construidas.
Celebro y aplaudo
al estúpido que después de un número arbitrario
Manda a chupar algo entonces.
Festejo la broma ridícula de los niños viejos,
y que bien saben
Que somos siempre en el fondo
y hasta la hora en que se cierre el boliche
Sólo niños que juegan a ser adultos.
Celebro al payaso que se elige payaso, y que
bien sabe
Que sólo la impostura es la respuesta a un
mundo pomposo
Demasiado serio
Demasiado formal
Demasiado correcto.
Saben los bufones que tras los contornos impecables
De los horarios demarcados
Las galas emblemáticas
El desfilar de los estandartes y las banderas
Se esconde un absurdo espantoso.
Sabe el payaso que mira calaveras
Que se toman demasiado en serio su rol de alfil
o paje
En un tablero de juegos con reglas que
– Olvidan las calaveras –
Son todas inventadas.
Qué espantosa comedia damos los adultos
Qué ridículos nos vemos en nuestro traje de
ejemplar empleado
Pidiéndonos permiso para repetir pantomimas
Para ser nombrados en el noble espacio
Para ser parte de la soberbia ceremonia.
Bien pensada
La mofa también debiera recaer
Sobre la gravedad de estas letras:
Que alguien haga caer
– Por favor, lo imploro –
Una bombita de agua sobre mi cabeza.