domingo, noviembre 03, 2024

Un chico que llora

 


Te dije que soy un chico que llora?

Qué se conmueve como un tonto con el crepitar trémulo del naranja de la tarde

Con el colapso gracil de las olas en la orilla

Con la canción intermitente de las aves de la madrugada


Te dije que soy un chico que llora?

El firmamento diseminado sobre la bóveda infinita me hace sentir pequeño y breve 

Y el silencio entre los árboles 

Insignificante


Me conmueve la sonrisa de los niños 

La ternura de los gatos

La bondad de la lluvia, el petricor perfumado de la extensión que humedece

Me emociona todo

Las canciones cursis que entonan los borrachos

El color del musgo en la acequia 

La piel oxidada de las casas viejas

Las flores azules y pequeñas que se multiplican sin glamour a la orilla de las veredas

Todo me emociona

Porque soy un chico que llora


Y sin embargo nada 

Ni el despuntar del alba ni el incandescente arcoiris ni la grandeza del firmamento 

Nada

Conmueve este corazón sencillo 

Como tu mirada sonriendo en la mía

Tu mano en mi pecho 

Tu silencio en el mío 

Tu boca en mi aliento

Tu corazón agitándose con mi propia cadencia.


Y contemplo tu presencia 

Tu estancia extraordinaria en mi vida

Como un milagro que no comprendo

Como un evento cósmico del que la ciencia no se ha enterado

Como una revelación de la que debieran hablar los profetas.


No lo comprendo y no importa 

Porque como todas las cosas bellas que me emocionan

Se contemplan y se disfrutan mientras suceden

Y a tu abrazo me aferro 

En este instante pequeño y breve en la escala de los milenios del tiempo.

Nadie sabrá que nos quisimos frente a las olas

No sabrán de tus besos dulces

De tu ternura felina

De nuestro cariño sincero.


Las estrellas y el alba y el cantar intermitente de la lluvia

Continuarán por mucho tiempo 

Después de que nos hayamos ido

Los árboles seguirán cambiando sus hojas sin que importen las que vistieron antes

Y colonizarán otras criaturas estos valles 

Vendrán otras costumbres y otras estaciones.

El gran río renovará en su flujo todas las cosas y ya no estaremos.


Lo comprendo y no me importa 

Porque si el tiempo de esta vida no me alcanza para amarte 

Si los años que te prometo se hacen demasiado breves

Si la edad de los hombres es muy poca para llenarte de los gestos que tu corazón merece

Volveré todavía en la vida siguiente a buscarte.


Y si a la muerte no siguieran otras vidas

Y nuestras miradas no volvieran encontrarse

Volveré todavía 

Mis huesos abonarán las raíces de árboles y flores

Que darán vida a los insectos

Que darán vida a las aves

Y volveré en su canto

Y en la forma del viento

A coronar los colores del crepúsculo.


Para que otros chicos también lloren en la contemplación de la belleza

que recuerde sin saberlo y para siempre 

Que un día 

Un hombre sencillo te eligió y te quiso 

Como se quieren y atesoran las cosas bellas en este mundo


La jornada se hace corta 

Los años se aceleran 

El mundo es cruel e injusto

Todo proyecto está condenado a la muerte

Y sin embargo hoy 

Un chico que llora 

Te elige y te adora

Y aunque nada dure para siempre

Me rebelo contra la muerte de todas las cosas 

Porque hoy

Hoy 

Yo quiero estar contigo

Domingo de Primavera

 

Me visita la nostalgia

cuando un domingo de primavera

el asfalto partido de las calles solitarias

el follaje abandonado de los árboles urbanos

la bolsa del pan del niño que vuelve de la tienda

los perros errantes que ya no tienen casa

y mis gafas maltrechas y rayadas

reciben esta lluvia 

de domingo de primavera.


Me visita la nostalgia,

y sin embargo no quiero nombrarla

invocar su presencia 

conminar su espíritu gris

su ausencia algodonosa

su perfume triste

la cadencia de su danza 

    con las cortinas cerradas

    con la silla vacía 

    con las fotografías decoloradas en los muros

    con la memoria que se desliza por las mejillas.


De mi vida recuerdo

ante todo

momentos simples

anécdotas incompletas

narraciones insignificantes para quien las oiga.

¿A quién puede importar que jugaba en la alfombra 

con autitos de plástico y unos enanos de 4 años

en otras tardes de otros domingos en que

quizá 

también llovía?

¿A quién puede importarle

que mi viejo se tomara su chicha mientras hacíamos asados?

Que no conversábamos mucho

y que nuestra celebración sencilla 

era alabar el color que agarraba ese cordero 

girando sobre el eje del asador

mientras me convidaba una cerveza.


A quién puede importarle

(a nadie sin duda)

el perrito que murió cuando tenía siete años

la historia de mis cicatrices

el pan amasado de mi abuela

los amigos que ya no son

mis amores incompletos que he perdido por montones

las avenidas de Concepción en otoño

la plaza de Punta Arenas en invierno.


No quiero llamar a la nostalgia 

no quiero invocar estos sentimientos. 


Pero ya no soy yo quien escribe

me declaro en condición de secuestro:

la melancolía mueve mis dedos, 

levanta mis yemas y se ocupa de convocarse a sí misma.


Que dé testimonio - dice -

que se sepa que tuviste momentos felices

que se sepa 

que lo oigan todos

que no quede duda

que has amado, 

que los momentos dulces te visitaron, 

que la ternura estuvo contigo.


Que no se te olvide 

que el sol ha sido generoso 

que los abrazos que recuerdas, que la risa compartida

que todo el amor de las personas y los momentos que extrañas

fue real y fue sincero.

Esto es real: el amor y el reverso del amor,

la luz generosa de ese sol

pero también su inevitable ausencia 

en la tormenta de la madrugadas de café y silencio.


No puedo dejarte volver a esos momentos -  me dice -

pero está a mi alcance 

llegar a un trato con la lluvia y con la memoria

para que atesores 

cómo si fueran perlas y piedras preciosas

las lágrimas tibias de esta tarde 

de un domingo de primavera.