todos los niños están rotos
pero no lo saben hasta que se hacen grandes
con sus ojos de gente vieja
se miran extrañados y tristes
y reconocerse intentan
sin éxito
en espejos gastados
inútilmente persiguen
palpando los surcos de unas manos ajadas
la motricidad de los juguetes que no son más
los peluches olvidados en su rasgaduras
el abrazo apretado de las personas que ya no
rotos
llevan a cuestas en maletas antiguas
fotografías y anotaciones para recordarse
para decirse que esos años imprecisos fueron ciertos
todos
todos, menos las heridas que no envejecen
todo
menos el temor a la soledad y a la gran noche
escribo al reverso de un retrato sin fecha:
un día anaranjado me volveré a encontrar con mi padre