domingo, noviembre 03, 2024

Domingo de Primavera

 

Me visita la nostalgia

cuando un domingo de primavera

el asfalto partido de las calles solitarias

el follaje abandonado de los árboles urbanos

la bolsa del pan del niño que vuelve de la tienda

los perros errantes que ya no tienen casa

y mis gafas maltrechas y rayadas

reciben esta lluvia 

de domingo de primavera.


Me visita la nostalgia,

y sin embargo no quiero nombrarla

invocar su presencia 

conminar su espíritu gris

su ausencia algodonosa

su perfume triste

la cadencia de su danza 

    con las cortinas cerradas

    con la silla vacía 

    con las fotografías decoloradas en los muros

    con la memoria que se desliza por las mejillas.


De mi vida recuerdo

ante todo

momentos simples

anécdotas incompletas

narraciones insignificantes para quien las oiga.

¿A quién puede importar que jugaba en la alfombra 

con autitos de plástico y unos enanos de 4 años

en otras tardes de otros domingos en que

quizá 

también llovía?

¿A quién puede importarle

que mi viejo se tomara su chicha mientras hacíamos asados?

Que no conversábamos mucho

y que nuestra celebración sencilla 

era alabar el color que agarraba ese cordero 

girando sobre el eje del asador

mientras me convidaba una cerveza.


A quién puede importarle

(a nadie sin duda)

el perrito que murió cuando tenía siete años

la historia de mis cicatrices

el pan amasado de mi abuela

los amigos que ya no son

mis amores incompletos que he perdido por montones

las avenidas de Concepción en otoño

la plaza de Punta Arenas en invierno.


No quiero llamar a la nostalgia 

no quiero invocar estos sentimientos. 


Pero ya no soy yo quien escribe

me declaro en condición de secuestro:

la melancolía mueve mis dedos, 

levanta mis yemas y se ocupa de convocarse a sí misma.


Que dé testimonio - dice -

que se sepa que tuviste momentos felices

que se sepa 

que lo oigan todos

que no quede duda

que has amado, 

que los momentos dulces te visitaron, 

que la ternura estuvo contigo.


Que no se te olvide 

que el sol ha sido generoso 

que los abrazos que recuerdas, que la risa compartida

que todo el amor de las personas y los momentos que extrañas

fue real y fue sincero.

Esto es real: el amor y el reverso del amor,

la luz generosa de ese sol

pero también su inevitable ausencia 

en la tormenta de la madrugadas de café y silencio.


No puedo dejarte volver a esos momentos -  me dice -

pero está a mi alcance 

llegar a un trato con la lluvia y con la memoria

para que atesores 

cómo si fueran perlas y piedras preciosas

las lágrimas tibias de esta tarde 

de un domingo de primavera.

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