Me visita la nostalgia
cuando un domingo de primavera
el asfalto partido de las calles solitarias
el follaje abandonado de los árboles urbanos
la bolsa del pan del niño que vuelve de la tienda
los perros errantes que ya no tienen casa
y mis gafas maltrechas y rayadas
reciben esta lluvia
de domingo de primavera.
Me visita la nostalgia,
y sin embargo no quiero nombrarla
invocar su presencia
conminar su espíritu gris
su ausencia algodonosa
su perfume triste
la cadencia de su danza
con las cortinas cerradas
con la silla vacía
con las fotografías decoloradas en los muros
con la memoria que se desliza por las mejillas.
De mi vida recuerdo
ante todo
momentos simples
anécdotas incompletas
narraciones insignificantes para quien las oiga.
¿A quién puede importar que jugaba en la alfombra
con autitos de plástico y unos enanos de 4 años
en otras tardes de otros domingos en que
quizá
también llovía?
¿A quién puede importarle
que mi viejo se tomara su chicha mientras hacíamos asados?
Que no conversábamos mucho
y que nuestra celebración sencilla
era alabar el color que agarraba ese cordero
girando sobre el eje del asador
mientras me convidaba una cerveza.
A quién puede importarle
(a nadie sin duda)
el perrito que murió cuando tenía siete años
la historia de mis cicatrices
el pan amasado de mi abuela
los amigos que ya no son
mis amores incompletos que he perdido por montones
las avenidas de Concepción en otoño
la plaza de Punta Arenas en invierno.
No quiero llamar a la nostalgia
no quiero invocar estos sentimientos.
Pero ya no soy yo quien escribe
me declaro en condición de secuestro:
la melancolía mueve mis dedos,
levanta mis yemas y se ocupa de convocarse a sí misma.
Que dé testimonio - dice -
que se sepa que tuviste momentos felices
que se sepa
que lo oigan todos
que no quede duda
que has amado,
que los momentos dulces te visitaron,
que la ternura estuvo contigo.
Que no se te olvide
que el sol ha sido generoso
que los abrazos que recuerdas, que la risa compartida
que todo el amor de las personas y los momentos que extrañas
fue real y fue sincero.
Esto es real: el amor y el reverso del amor,
la luz generosa de ese sol
pero también su inevitable ausencia
en la tormenta de la madrugadas de café y silencio.
No puedo dejarte volver a esos momentos - me dice -
pero está a mi alcance
llegar a un trato con la lluvia y con la memoria
para que atesores
cómo si fueran perlas y piedras preciosas
las lágrimas tibias de esta tarde
de un domingo de primavera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario