lunes, diciembre 31, 2007
domingo, diciembre 30, 2007
"pato estuvo aquí"
A su modo, cada ser humano, en la medida que comprende o intuye lo efímero de sus actos, lo perecedero de cualquier relación con el mundo por la brevedad y contingencia de la propia vida. Nada queda de nosotros en los lugares que estuvimos, no más que la memoria. De los pactos del ayer quedan las cenizas y todo lo que un día se espera del porvenir deviene algún pasado y olvido. Nada, ni aún nosotros mismos, queda en lo que ha sido ya.
Nuestros actos son pequeños, la pisada de una hormiga más en el mundo. En veinte años más, este momento se habrá perdido.
Que lo que ha sido mi existencia (no por su mera posibilidad ciertamente, sino por su contenido de sedimentos vivenciales míos), perdure más allá de mi muerte. Que lo que he sentido, lo que he visto con mis propios ojos, mis heridas y mis pequeñas victorias, no desaparezcan un día like tears in the rain.
Es ésta la motivación detrás de cada filósofo que quiso pensar una fórmula que contenga en si el sentido del mundo.
Pero, ¿tiene esta inclinación un objeto? ¿Por qué existe?
Una hipótesis es que la cultura sea un instrumento para la conservación de la especie, una conducta intersubjetiva que hace perdurar un legado espiritual y social, y con ello el arte, la religión, la filosofía, la ciencia, la política. Y así, persistiendo la cultura, se sostiene en el tiempo un marco de referencia básico para la continuidad de la vida humana.
Pero, ¿por cómo es posible un fenómeno tal en la naturaleza?
¿Cuál es la finalidad de que haya mayores niveles de conciencia en la naturaleza? ¿Qué clase de fenómeno es la conciencia – o hasta que punto es un fenómeno?
Que haya libertad y que dos personas se entiendan son eventos demasiado extraños como para querer entender todo esto.
[Importa la paradoja]
lunes, septiembre 17, 2007
improve your life: format yourself
jueves, mayo 31, 2007
start, again
Empezar, de nuevo.
Una vez se ingresa a una tierra desconocida y nueva, y luego de pasar por el asombro y la actitud de pregunta, emerge la necesidad de recomenzar. Formular un nuevo camino, trazar nuevas líneas a seguir. ¿Cuáles han de ser esas huellas que hemos de seguir? Al fin y al cabo, no hacemos más que seguir nuestros propios pasos. Nadie ha recorrido antes esta tierra para nosotros, y entonces cada paso es el primero.
Pero entonces, ¿a donde caminar? En medio del bosque, y aún estando del lado de la luz, la incertidumbre es la misma. Ninguno de esos árboles en la mitad de tu camino te dirá a donde debes ir.
La ansiedad empieza al notar que nunca tienes demasiado tiempo para detenerte en el bosque y deliberar.
Sin estos círculos, ésto no seria vivir.
jueves, abril 05, 2007
Retrato de una Feria de Antigüedades -
Artefactos que alguna vez fueron cosas. Objetos confusos y sin nombre. Distribuidos sobre manteles viejos. Maderos deteriorados en muebles de casas que ya no están para albergar a nadie. Espejos que retrataron lágrimas y rostros felices olvidados de verse a sí mismos.
Teléfonos desahuciados que nunca más habrán de llamar a nadie. Cable cortado que conduce a un silencio dolido bajo un auricular colgado. Frascos y botellas vacías en cristales verdosos y marinos.
Ángeles, relicarios y elefantes que ya ni invocan a la suerte. Cristo huérfano y descolorido en yeso que abre en vano sus brazos, esperando inútilmente estar de nuevo a la derecha de un padre que jamás volverá a ver. Picaportes en óxido que quieren abrir la tierra que los acoge y que será su morada un día.
Revistas que ilustran famas perdidas e insignificantes epopeyas, plasmadas en hojas amarillentas que ninguno osará revisar otra vez.
Ya no está la niña que un sábado por la tarde de una e´poca perdida encontró diversión y compañía en una muñeca plástica y sin ojos.
Observador.
La imagen de una hoja en blanco. Ocupando todo el cuadro, una hoja en blanco. Ese rectángulo y nada más, prolongándose en un silencio inmóvil y sin innovación alguna. De tal modo que el observador se ve obligado a no ver más que el pálido papel.
La imagen es nítida, y si se mira con cuidado, se aprecia un doblez ligero hacia la esquina inferior derecha. Visible apenas como un triángulo equilátero. La hoja no es perfecta, es solo una hoja cualquiera.
En su contemplación sostenida, el observador se inquieta. El observador está sentado tras una mesa de madera antigua, rojiza, exótica. Es un hombre de cuarenta y dos años, calvo y con una miopía compensada con éxito por unas gafas de lentes gruesos. Pupilas desproporcionadas y aún así pequeñas. Permanece absolutamente inmóvil y con los ojos fijos, en expresión inquieta, ansiosa. Tensión apretada en los labios y los dientes. Sus manos están perfectamente paralelas sobre la mesa, acorralando al papel en su rectangularidad insolente.
El observador está tomando un lápiz de tinta negra. Lo está tomando despacio, pero con decisión. El lápiz es un cuchillo. Con el lápiz traza una recta que cruza toda la hoja en diagonal ascendente. Una línea gruesa y firme. Sobre la esquina inferior izquierda, escribe tres palabras obscenas. Bajo ellas, la dedicatoria a un nombre y dos apellidos. Los dos apellidos son los suyos. El nombre es también masculino.
El lápiz no era un lápiz, sino un cuchillo. El trazo es un corte sobre su frente. El observador calvo y miope de unos cuarenta años de edad, corta su frente con algo que no es un lápiz, sino un cuchillo. El trazo sobre su carne mana sangre y escurre profusa hasta su mejilla izquierda. Los ojos del que observa no entran en pánico ni expresan perturbación alguna. Sus pupilas pequeñas miran de frente. Sus labios pronuncian un nombre y dos apellidos. Los dos apellidos son los suyos. El nombre es también masculino.
El papel sobre la mesa comienza a arder por sí sólo. Pero no todavía, sino que después de una espera breve. Lenta. Hasta ahora. Desde la esquina superior derecha, el papel se enciende. Ahora. Apenas una llama leve que pronto asedia al rectángulo completo. La hoja en combustión está en blanco y nada se ha trazado sobre ella. El papel inmaculado es pronto una figura retorcida y negra en bordes rojos rodeados en llama.
Detrás del fuego y sentado, el observador, como ignorante de las llamas delante suyo, no hace nada. Fijo en mirar la sombra y el vacío más allá de una puerta abierta frente a él. Silencio que se prolonga.
Sobre la mesa no hay ni nunca hubo nada. Nunca hubo el papel en llamas. Tan sólo una superficie rojiza de madera antigua, rojiza, exótica. Sólo esa imagen, la madera, sostenida por un tiempo exagerado. Sostenido tiempo exagerado.
Abajo, la pata izquierda más distante del que observa, arde en llamas. El suelo es un charco de agua. Se incendia y el observador insiste sobre el vacío con esa puerta abierta delante de sí. Toda la mesa es la que se incendia, un mueble en llamas inflamadas de cólera en una habitación roja. Dos manos paralelas sobre una mesa flameante y es cólera y el observador en una mueca de aullido negro pero no se escucha nada. Sus ojos también son llamas y su gesto es horrible. Sus manos paralelas sobre la mesa pero él no está en llamas. El suelo de la habitación roja es un charco de agua pero un mueble arde en azufre.
Y a un costado de la figura de fuego, hay una silla vacía y se escucha un alarido salido de las tripas de un hombre que no está en el cuadro. El aullido es desgarrador y expresa dolor y rabia. Sufrimiento soterrado que sin haber nadie en la habitación, incendia un mueble sobre un charco de agua y con muros carmesí en segundo plano, sostenido por impacientes segundos.
Y el cuadro completo - las llamas, la silla vacía y las murallas en rojo -, desaparece. A la cuenta de uno, dos, tres.
martes, marzo 20, 2007
El Samaritano
He ahi al buen hombre, el samaritano. Caminando temeroso y sin prisa delante mio. Uniformado en su pobre traje terracota de domingo. A la izquierda de su corbata amarilla, desde más abajo de uno de sus brazos sin fuerza para nada, pende una guitarra enfundada y cargada de canticos a Cristo el Rey.
Sonrie, puedo verlo. El mismo gesto que comparten todos quienes entonan con él sus glorias desafinadas y sus alabanzas repetidas. No hay duda dew que nadie toca como él esos do-re-mi-fa-sol con olor a iglesia y culpa. Sonríe.
Más bajo la mueca es visible el gusano, merodeando tras las órbitas de sus ojos, una comezón en la pierna, el sudor infecto que emana de sus manos. Es a él, al gusano, y no a su padre celestial, a quien dirige sus canciones, como si fueran conjuros para deshacerse de la aberración que siente hormiguear bajo esa ropa beatificamente planchada por su Sor Esposa. Como si entre el "cordero de dios" y el "santo-santo-santo", la bestia entrara en un trance espasmódico y dejase por fin de asediarlo por las noches en los incestos oniricos que al otro día prefiere no recordar. Y hasta se alcanza a sentir verdaderamente libre cuando esa gente que no le importa le estrecha una mano de plástico en el saludo de la paz.
viernes, marzo 16, 2007
jueves, marzo 15, 2007
"Qué sabes tú de cordillera . . .
no sabe de luz quien no ha estado en la penumbra de sí mismo.
en el reverso, la obliteración, lo torcido y lo quebrado en sí mismo y abierto sobre sí.
conocer es desaprender. caminar hacia atrás. hacia abajo.
Descender las escaleras, tomar la llave y girarla despacio en la cerrradura. Tomar a dos manos el picaporte de hierro. La puerta gime y se abre como boca profunda y sin dientes. Respirar helado y descender gutural sobre sí mismo, sobre sus vertebras y sus dedos, inmersión congelada y lenta hasta los aticos y los respaldos de las sillas, las alfombras y sus huellas invisibles, tras las ventanas, bajo las raíces de los árboles y sobre los tejados del mundo.
Caído y entonces abierto en dos, sangrado sobre una simetría mórbida, sin centro ni forma.
En un desorden de gimoteos deformes y sordos que no son un lenguaje, los seres abisales entonan cantos tristes y lánguidos. Se comunican con orejas generosas y amables que son nimbus y estratos.
Secreto antiguo y perverso atesorado bajo todo el césped y el musgo del mundo.
Esparcido y derramado.
Luz negra que recuerda al sol.
Caer sobre sí desde sí, espiral como buitres incansables sobre el primer castigado.
Y desde allí, emerger.
Párpado y pupila que se rinde a la mañana.
Descanso y cicatriz.
jueves, marzo 08, 2007
Saturno el Niño.
La madre encolerizada castigó esa tarde por eso a Saturno el niño. Y tuvo él que contener sus pequeñas y dolidas lágrimas, para que sus primos no se rieran porque sólo ellos podían comer del kuchen de la abuela esa tarde.
Escenas Comunes.
Cuadro que irrumpe en niños que ríen corriendo apresurados unos tras de otros en una ronda involuntaria y breve sobre un espacio amplio y verde. Mano blanca y femenina que reposa sobre un prado hirsuto y amarillento. Circunferencia visible y anular en ella, delgada y con el nombre de un varón grabado en oro de 24 kilates. Sobre la mano y en continuidad, un brazo ligero y grácil. Lana de alpaca bordada en crema que se ciñe al cuerpo.
Primer plano de unos ojos castaños y atentos, luminosos, fijos en un punto desconocido y distante. Los niños. Unos sobre otros y risas, pies que trazan medios círculos en el aire, trenzas y cabellos cortos oscuros y erizados, zapatillas entierradas y pies descalzos.
Por sobre el montón de risotadas infantiles, atrás y al fondo, un bosque profundo y gallardo de cipreses. Escalonados unos tras otros en una colina escarpada. Silencio frágil y leve entre esos troncos vetustos. Cuadro cerrado sobre una corteza antigua y marcada en promesas de amores idos, grabados a cortaplumas en el tronco de 42 metros de altura, falange anular de una mano frondosa y múltiple que emerge de la tierra negra. Sobre la corteza, tránsito ordenado de hormigas diligentes y condicionadas por una fuente azucarada y frugal, destino secreto y remoto en algún lugar de su planeta ciprés.
Acto Segundo.
Silencio. Cuadro azul cruzado por blanco en trazos débiles y torpes. Cirruestratos que reposan sobre sí mismos, suspendidos como lámparas de algodón en la cuenca profunda. Pausa y luego escena que se desplaza. Cúmulos que ascienden en gesto contrario al cuadro, hasta capturar una línea imperfecta, recta y vertical hacia el marco inferior, rama y hojas en racimos desiguales y llenos. Extremidades vegetales y antiguas, en diagonales a partir de un eje que debe imaginarse bajo claroscuros inquietos y menudos. Incontables.
El cuadro retrocede y ya no es uno, sino tres y siete y tantos follajes que se imitan y se asedian entre sí en un mirar sin ojo, contínuo y sin pausa. Vigilia permanente, inmóvil y plural.
Manos de madera acariciadas con las yemas de una brisa gentil y fresca que se quiebra contra los nudos enmohecidos y deformes.
Y sobre una corteza cualquiera, una hormiga negligente no espera nada. Cuadro que se detiene en un plano estático y paciente. Y nada más ocurre mientras se va a negro en una pausa prolongada y cómplice.
Tercer Acto.
Agua y orilla. Laguna. Al costado izquierdo y a unos veinte metros, una familia reunida en segundo plano. Niños en torno a padres y tíos sentados que trazan una medialuna de espaldas al cuadro. Primer plano. Pantalones infantiles de cotelé, limpiados de pasto y tierra por mano cuidadosa, maternal y abierta. De fondo el sonido de agua sobre agua. Proyectada con vigor hacia el cielo y que estalla por sobre una arboleda pequeña y lejana. Imagen que desciende hasta la superficie especular, y una diagonal aletea rauda de derecha a izquierda en forma de paloma. Superficie que es agredida por miles de esferas diminutas y cristalinas en cámara lenta. Cinco segundos.
Orilla. Línea horizontal y de ladrillo y hierba ocupando el primer tercio de un cuadro sin movimiento propio. Reflejo indescifrable en verde oscuro cruzado por blanco y negro, que ocupa los otros dos tercios. Sombra generosa que se distribuye sobre una hierba profusa y conquistada por poblaciones de treboles dóciles y pisoteados. Agua sobre agua y sonido distante de una niña que protesta con alevosía. Réplica materna drástica e incontestable. Silencio. Dos segundos. Llanto que irrumpe sin mesura ni vergüenza, protesta reiterada que se balbucea en gimoteos angustiosos e ininterrumpidos. Primer plano de un pie pequeño que pisotea encolerizado un cesped que no tiene la culpa. Zapatito café y medias blancas rematadas en encajes. Flor rosada que se dibuja en cuero nuevo. Llanto y acercamiento sobre una mano masculina que se toma la cara en movimiento hastiado y breve que se desplaza hasta la cima de una cabeza engominada y brillante. Anular anillado en oro que se toma los cabellos en gesto contenido.
Voz masculina y paciente que intenta apaciguar en explicaciones pueriles y repetidas al zapato iracundo. Pie que cae al suelo. Y son entonces cuatro extremidades que golpean al piso rabiosa y descompasadamente. Voz pequeña que insiste sobre un deseo prohibido y cerrado como una puerta, que se otorga quince minutos más tarde bajo la forma de un cono invertido, grasiento y de vainilla.
Epílogo.
Tierra amarilla y polvorienta que ocupa un cuadro entero y próximo. Sombra impertinente que interrumpe en diagonal en la esquina superior derecha. Ademán débil. Cinco segundos.
Bastón. Gastado y de madera anaranjada, picado por el contacto árido y reiterado. Mano sobre el bastón. Sin anillar. Asida con fuerza y necesidad. Puño octagenario y débil. Comisuras consumidas entre los pliegues de trazos multiplicados y discontinuos. Piel manchada en tonos marrones. Dedos nudosos e hinchados. Brazo menudo que atraviesa horizontal parte del cuadro.
Agua que cae sobre agua. Todavía. Orilla, y tras de sí y hacia la izquierda, bosque, sombra y espera. Silencio y brisa que se toma todo su tiempo en un atardecer de aquellos. Sol que juega a esconderse sobre ramas y troncos hechos manos huesudas hacia el cielo.
Cabello cano y escaso en corta trenza que da la espalda al cuadro. Cataratas y ojos gastados, ojeras confundidas en zurcos ascendentes. Herencia de una figura materna que se recuerda en un llanto quedo y sin lágrimas. Mano que ya no aprieta el bastón. Sólo espera. Mirada fija sobre una superficie agredida por gotas cristalinas en una definición que esas pupilas ya no volverán a capturar. Destellos solares y claroscuros difusos. Imagenes que se niegan al cuadro, pero que conmueven a un mirar triste que ha vivido. Siete segundos-
Silencio sobrecogedor que diluye en negro un cuadro inmóvil sobre una figura pequeña, que fija su memoria en una superficie cualquiera. Silencio que cae sobre silencio. Espacios vacíos a no regresar.
Espera, soledad y silencio.
jueves, febrero 22, 2007
invierno en verano.
como si algo ante mí se hubiese manifestado
mudo e invisible
expresándose en silencios y sincopado por gaviotas
matizado por boteros en el agua
los remos en un tiempo lento e irregular.
tonos grisáceos y nubes lánguidas en el cielo
a contraste con el lomo de una isla triste y de nadie.
reflejos improvisados de aves raudas
sobre las costillas de un mar durmiente
en llamas azules y secretas.
música que muere olvidada
voz que no se escucha
ojos transeúntes sordos y estúpidos.
sábado, febrero 17, 2007
algo nuevo y de nuevo.
sentirse capacitado y suficiente como para aceptar de pie y erguido las tormentas, la ira del mundo, la mierda o la cólera de dios.
la carne hecha nudos hechos piedra cicatrizando la quemadura negra y en brasas.
aqui voy, preparado y prevenido
con los ojos apretados y los dientes abiertos
a manotazos desde la sombra
desde la sombra
desde el vacío de mí
de una muerte breve y horrible
de una agonía vencida a medias
del fango de la memoria del espacio entre las medidas lentas del tiempo.
de tardes vacías para el olvido
de despertares arrancados a la fuerza.
volver con aliento nuevo sobre mis huellas viejas y recuperar lo inconcluso.
cerrar lo que deba estar cerrado. completar y anudar.
esperanza y fe.
aunque sea en nada, pero es fe también.
viernes, febrero 16, 2007
is right for me
... and time is now.
Plenitud.
Y e s____.____Time__and__a__Word
[read the fuckin' lyrics!]
viernes, febrero 09, 2007
First Days of Light on Earth.
Los primeros dias de luz sobre la tierra fueron tibios y cálidos
y la floresta agradeció en colores y perfumes.
Allí, donde solo hubiera noche y decadencia
ausencia y dolor
paramo yermo de osamentas rotas y secas de una vida antigua.
Y por primera vez hubieron sombras en lugar de penumbras
sinuosidad en las formas
amparo tranquilo bajo un follaje luminoso y frutal.
La luz abundante acarició el agua y hubo brisa
y placidez sobre la agonía
paz sobre la violencia.
Sin la Puerta del Dios
para que ninguno entienda el habla de su compañero."
Piedras.
Somos piedras
Guijarros sin nombre con un signo mal escrito por otros en la frente.
Y no tenemos manos
ni podemos movernos.
Y nuestros corazones no pueden tocarse.
jueves, enero 25, 2007
martes, enero 23, 2007
las horas atrás?
una vida...?
de modo que dejaba una luz encendida. o prendía la radio, o como siempre, me escondía bajo las sabanas. yo sabia que era estúpido e inútil. esconderme bajo las sabanas. era entonces un niño. y era aquello estupido, porque sabía que si ellos venían realmente, que si sus manos heladas pasaban de las ventanas empañadas, no tendrían problemas para encontrarme indefenso y pequeño bajo mi fortaleza de miedos infantiles, mi mundo de papel y de soldados de plasticina.
a dónde correr ahora?
merodeo mis recuerdos y miro a través de las ventanas en sepia. entumecido por el frío, quisiera entrar y dormir a salvo. por una vez. pero tan pronto veo allí al niño, mi cuerpo invisible de muerto en vida lo atemoriza y se tapa la cabeza con una almohada.
ya no es miedo.
ahora no es más que una certeza: que los fantasmas no pueden huir de sí mismos.
veo al sol morir mas allá de la tarde
reclinado sobre un balcón que mira a casas grises y gatos sobre los tejados.
pienso en las palabras de mi madre al teléfono.
me gusta estar solo.
silencio breve afirmativo y triste.
mis ojos se pierden sobre un paisaje indiferente repetido por los meses y el hastío.
brisa lánguida que azota el follaje de árboles incapaces de comunicar su tristeza
vástagos de una tierra muerta desde antes del tiempo
cortezas acuchilladas por lluvia discontinua pero persistente
raíces amoratadas y viejas, dedos entumecidos y agarrotados.
ás abajo de ellas los gusanos merodean su casa que es la de los muertos.
["melancolía sempiterna" dijo alguien más]
Tramposas, las fotografías nos roban el pasado:
la imagen de un sol en llamas tras el follaje de un bosque olvidado
ya no me dice nada.
viernes, enero 19, 2007
jueves, enero 18, 2007
Weapons of Mass Destruction
domingo, enero 07, 2007
recluido y silente, con sus manos aferradas a los barrotes que le impiden circular por el ancho mundo, mira con deseo la salida. tras las murallas, el horizonte inescrutable. espera indeterminada y pretérita. lenta, fría, triste. animal enjaulado que merodea su forzado claustro, marcando las horas y los días con pasos repetidos y circulares.
por las noches soñandose a sí mismo tras los barrotes.
anticipándose a lo imposible. ideas meditadas una y otra vez, revisadas y ordenadas en prioridades.
y un día la ancha puerta se ha abierto. sin temor a nada, sin condiciones. libre.
y se queda de pie. una piedra, un perro asustado.
manos que aprietan su propio sudor. pánico.
hasta que la puerta se cierra.