miércoles, diciembre 18, 2024

Habitar el huracán

 

El difícil arte de habitar un huracán

de preservar en la tormenta una morada

colgar las viejas fotos sobre muros de viento

asir con el hábito, con la mueca de rutinas muertas

la naturalidad, el ritmo de una vida que elijo ya no ser.

 

Habitar el ciclón

despertar por la mañana y desconocer los parajes y los horarios

amanecer entre sábanas nuevas, en habitaciones distintas.

 

Iniciar el día 

girando a 220 por hora

Colocarse la camisa, el pantalón, los zapatos

preparar apuradamente unos huevos revueltos y el café amargo

sin permitir que lo derrame el vértigo de un agujero incandescente

conducir al trabajo mirando al frente

evitando con el volante firme su presión aplastante, 

su fuerza concéntrica

su violencia insalvable.


Sostener la cordialidad del buenos días

funcional, aplicado, responsable en las tareas.

Simpático, siempre simpático:

el humor como técnica de supervivencia.

Gracioso a pesar de la tromba ascendente

de las latas de zinc volando por todas partes

de la monumental polvareda que saca de cuajo árboles y postes

sus cables y sus raíces azotadas,

expuestas como intestinos negros

en las paredes del feroz tornado.

 

Mantenerse estoico, ecuánime

mientras el pavimento se parte,

mientras se fracturan las cornisas y las vigas de las casas

mientras el viento azotado como dagas

raja puertos, escuelas y parques

arrojados, veloces y dispersos

semáforos y señales de tránsito,

orbitando como proyectiles 

espirales de adoquines y ráfagas de maceteros viejos.


Los ventanales reventados a coro

en una implosión múltiple y sin cadencia.

 

Habitar el huracán

intentando mantener la calma

- que nadie pierda la compostura: inhale y exhale siete veces.

 

Conservar la compostura, ser mesurado, mantenerse entero

mientras en la vorágine irreparable

se dispersan por todas partes

las esquirlas de los espejos,

despedazado en su reflejo numeroso

el recuerdo fresco de las formas ya marchitas.


La volátil ruina de un mundo que desaparece

para siempre.



domingo, diciembre 08, 2024

Autorretrato

 

Qué extraño

reconocerse en la forma irregular de los árboles viejos

en la rugosidad del pangue

la vellosidad escalando el brazo de una costilla de vaca

       el despliegue de sus dedos múltiples.


En la frondosidad espesa

recortada contra un crepúsculo mudo y austral

 - la indiferencia de sus nubes

   allí estoy.


Y en la umbra densa

en la humedad exsudada por las ramas negras

en el secreto abrazar de las raíces un fértil fango.


También allí me reconozco

en el tronco partido - sus astillas carcomidas, su carne expuesta -

en la telaraña inconclusa

y en la ternura del musgo.


No aventuro palabra en este santuario:

el tránsito de los insectos

el canto del chucao

son mi lengua ahora.


Su silencio

esta presencia plural y ubicua

me habla

y en ella

soy.