Revisando entre escritos pasados, he encontrado esto, una serie de tres poemas (lo cual no me hace poeta ni pretendo alardear de tal), un poco acerca de la violencia y el fratricidio (que en sentido estricto comprendo como la violencia contra cualquier otra persona). Se llama Caín & Abel, escrito el 2007. Nada más que agregar.
Caín.
Por vez primera
el hombre contra el hombre
alza su mano
y entre sus dedos hay una piedra.
¿Qué es una piedra?
¿Qué es un hombre?
El hombre no se lo pregunta
y esboza un gesto.
Traza un ángulo y una curva
y una figura se mueve a través del espacio vacío.
Es espacio vacío lo que media entre el hombre y el hombre.
La piedra cae sobre su propia frente.
El gesto no es el movimiento de una piedra arrojada en fratricidio.
Son palabras.
Y entonces decir y arrojar son lo mismo.
Decir que hubo dos hombres es igual a decir que era sólo uno.
Y entonces la piedra son palabras arrojadas sobre sí mismo
y trazan sobre su frente un ángulo y una curva que serán una marca.
¿Qué es un hombre?
¿Sobre qué hombre ha caído esta piedra?
Marca indeleble que es ocasión de pregunta sin respuesta
el gesto del hombre contra el hombre
como piedras sobre espejos
o letras sobre papel.
Como serpientes que se muerden a sí mismas.
* * *
Caín o Abel
Nunca hubo una piedra ni hubo el hombre.
Dios-Artífice se sueña a sí mismo alzando su violencia contra su hermano.
Se mira en sus ojos
y el reconocimiento de sí traza una herida en el otro que es él mismo.
Lo llamaba Abel.
Lo que emana de esa carne no es sangre porque eso es una palabra.
Dios-Artífice siente entonces algo muy distinto antes y después del gesto irreversible.
El después transcurre más angustioso y lento que el antes.
Cuatro extremidades se anudan a un cuerpo que yace inmóvil en el suelo.
En algún punto está la herida que mana algo aún tibio y rojo.
Se llama a sí mismo Caín,
y desde esa piedra en adelante
su nombre se asociara a lo culposo, odioso y marginal.
Dios-Artífice prefiere despertar.
Entre sus dedos guarda una piedra,
y algo aún tibio y rojo mana profuso por sobre sus ojos.
Tendido en el suelo, no recuerda su nombre y está solo.
Y Dios-Artífice no existe más que en la mente de un solo hombre.
Caín o Abel,
¿a quién pertenece este sueño?
* * *
Abel
Será Dios y no el hombre el que arroje la piedra sobre el hombre
para probar con una herida sobre mi frente
que Dios no existe.
Y más tarde, lo mismo será la piedra que el cuchillo o las palabras.
Caerá sobre sí mismo en ese espacio vacío que es el tiempo
y el después siempre será más angustioso y lento que el antes-de
porque la piedra no puede volver sobre sí misma
como el agua que se redime al volver a su fuente.
Y lo mismo será la sangre que las lágrimas o las palabras.
Como serpientes que se muerden a sí mismas
como ficciones desordenadas que narran mi muerte
como letras sobre papel
o piedras sobre espejos
merodeando la tierra entre los dedos de la cólera del que no se pregunta
por qué el hombre se vuelve contra el hombre
el gesto inconcluso repetirá su forma
hasta que la tierra vuelva a tragar mi nombre
y mi carne y la piedra y su herida y la pregunta se disuelvan en lo que no puedo decir.
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